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En medio de una campaña que parece una maratón, algunos de los políticos más longevos de Washington están listos para volver a la contienda. No es sólo una curiosidad: la presencia de congresistas mayores está reconfigurando la estrategia de los partidos, la percepción del electorado y el debate sobre hasta cuándo la edad debería ser un límite para el servicio público.

Edad y experiencia: el argumento de los veteranos

El punto de partida es el senador republicano Chuck Grassley, de Iowa, que a sus 91 años sigue ocupando su escaño. Grassley, que lleva más de cuatro décadas en el Senado, encarna la idea de que la experiencia acumulada es un activo irreemplazable. "He visto cómo cambian las leyes, los partidos y las crisis. Esa mirada histórica ayuda a tomar decisiones más equilibradas", comenta en una entrevista reciente.

En la Cámara de Representantes, la demócrata Eleanor Holmes Norton, de 88 años, también ha anunciado su candidatura. Norton, conocida por su defensa de los residentes del Distrito de Columbia, se une a una lista de veteranas que superan los 80 años: Maxine Waters (86), Rosa De Lauro (82), John Garamendi (80) y Doris Matsui (80), entre otras. La cifra es sorprendente: de los 435 representantes, 20 tienen 80 años o más, y 30 superan los 75.Estos políticos no se esconden tras la excusa de la edad. Argumentan que su conocimiento del proceso legislativo –las reglas de la Cámara, los procedimientos del Senado y la red de contactos dentro de los comités– es difícil de sustituir. Además, afirman que siguen gozando de buena salud y energía suficiente para cumplir con la agenda de trabajo, que incluye largas jornadas, votaciones nocturnas y viajes constantes entre su distrito y la Capital.

Los partidarios de la permanencia señalan ejemplos concretos: la labor de Waters en la reforma del voto y la de De Lauro en la legislación laboral. Para ellos, la larga trayectoria no sólo aporta sabiduría, sino también resultados tangibles que los votantes pueden medir.

El coste político: tensiones y primarias emergentes

El coste político: tensiones y primarias emergentes

Sin embargo, la decisión de seguir en la contienda no está exenta de controversia. Dentro del Partido Demócrata, el debate se ha intensificado: jóvenes activistas y algunos miembros del Comité Nacional piden abrir paso a una nueva generación. Se teme que la falta de renovación pueda generar primarias competitivas que debiliten la unidad del partido en elecciones cruciales.

Los analistas demócratas estiman que hasta un tercio de sus miembros podrían enfrentar desafíos internos. Un estratega cercano a la Cámara comentó que la presión para que senior members cedan su puesto es “cada vez más fuerte”, y que la resistencia de los veteranos está creando “fricciones generacionales” que podrían traducirse en campañas costosas.

En el lado republicano, la dinámica es distinta pero no menos compleja. Los líderes del partido y los comités de campaña presionan a los senadores y representantes para que mantengan sus escaños, pues la estabilidad es crucial para conservar la mayoría en el Senado. Así, la decisión de Grassley de postularse nuevamente está respaldada por un cálculo de que su retiro abriría una brecha que los demócratas podrían explotar.

El año pasado, la 119ª legislatura también vivió la pérdida de tres demócratas mayores por fallecimiento: Gerry Connolly (75), Sylvester Turner (70) y Raúl Grijalva (77). Estas muertes reavivaron la discusión sobre la salud y la capacidad física de los legisladores senior, y algunos críticos sugieren que la edad avanzada incrementa el riesgo de interrupciones inesperadas en la representación.

Además, el fenómeno refleja una tendencia más amplia en la política estadounidense: los dos últimos presidentes también son los más longevos de la historia. Este contexto alimenta la pregunta de si la experiencia debería seguir ganando sobre la energía y la conexión con una población cada vez más joven.

En conclusión, la campaña de los congresistas mayores no es sólo una cuestión de números de edad; es un conflicto entre la tradición de la sabiduría institucional y la demanda de renovación que impulsa a muchos votantes. La batalla por los escaños en 2026 definirá si la gerontocracia sigue dominando el Congreso o si una nueva generación logra abrir paso. El futuro cercano mostrará si la experiencia gana la partida o si la energía de los jóvenes políticos logra desplazar a los veteranos.

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