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Un espectáculo que trasciende la virtuosidad

Cuando Dream Theater sube al escenario, la expectativa suele centrarse en la técnica desbordante de sus músicos. Sin embargo, el concierto reciente desmontó ese cliché y entregó algo que más se asemeja a una pieza de teatro que a una simple presentación de rock progresivo.

El show se dividió en dos actos claramente definidos, una estructura que recordó a una obra teatral clásica. Cada acto estuvo acompañado por una pantalla tripartita que proyectaba imágenes oníricas, efectos de luces sincronizados y videos que reforzaban la narrativa musical. El público no solo escuchó, sino que también vio una historia visual que evolucionaba con cada canción.

La puesta en escena contó con un sonido envolvente que hizo que los riffs de guitarra, los bajos y los teclados se sintieran más cercanos que nunca. El público se vio inmerso en una atmósfera donde lo auditivo y lo visual se fusionaban, creando una experiencia multisensorial que poco a poco se fue consolidando como "Theater of Dreams".

Detalles de una actuación en dos actos

Detalles de una actuación en dos actos

El primer acto arrancó con la energética introducción de "Panic Attack", donde John Myung asumió un papel protagonista al lanzar una línea de bajo que rompió con la tradición de mantenerse en la sombra. La canción dio paso a una serie de piezas de los inicios del grupo, mostrando la evolución de su sonido.

James LaBrie demostró una gran versatilidad vocal, adaptando las melodías originales para evitar el desgaste de su garganta sin perder la potencia característica. En cada verso, su voz se desdoblaba entre tonos melódicos y gritos agudos, manteniendo la emotividad y el dramatismo de las letras.

John Petrucci, maestro de la guitarra, llevó sus solos a niveles estratosféricos. En "The Spirit Carries On" ejecutó un duelo de arpegios que combinó velocidad y precisión, mientras que en "Metropolis—Part I" incorporó pasajes de tapping que dejaron al público boquiabierto.

Jordan Rudess, con su arsenal de teclados, ofreció una paleta sonora que rozó lo infinito. Desde sintetizadores etéreos en "Another Day" hasta pasajes de piano que recordaban a una balada clásica, su desempeño añadió capas de profundidad a cada pieza.

El regreso de Mike Portnoy al batería marcó un momento culminante. Cuando LaBrie anunció la entrada del baterista, la ovación fue ensordecedora. Portnoy respondió con una ejecución impecable, combinando patrones de blast beats con grooves sofisticados que mantuvieron el pulso del concierto.

El segundo acto se centró en los álbumes más recientes, incluyendo temáticas más oscuras y arreglos más complejos. Canciones como "Fall Into the Light" y "Untethered Angel" mostraron una madurez compositiva que equilibró la complejidad técnica con una emocionalidad palpable.

Al cerrar el espectáculo, la banda interpretó "Pull Me Under", el clásico que los catapultó a la fama en los noventa. En esa última canción, la interacción entre los miembros fue evidente: los riffs de Petrucci dialogaron con los pulsos de Myung, mientras Rudess pintaba un fondo atmosférico que culminó en una explosión sonora, dejando al público con la sensación de haber presenciado algo más que un concierto.

En definitiva, la puesta en escena de Dream Theater demostró que su reputación va más allá de la destreza técnica. Ofreció una experiencia teatral completa, donde la música se mezcló con imágenes y una narrativa visual que atrapó los sentidos de los asistentes, reafirmando su lugar como una de las bandas más ambiciosas del progresivo actual.

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