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Un manual de 100 páginas para ordenar la política

Un texto técnico, publicado en marzo de 2024 y discutido línea por línea durante meses, terminó convirtiéndose en el cable a tierra de una coalición amplia y diversa. Se llama "Bases Programáticas: Tiempos de Esperanza, Tiempos de la Gente" y ocupa algo más de cien páginas. No es un eslogan: es el manual que el Frente Amplio usa para debatir, decidir y, ahora, preparar su vuelta al gobierno entre 2025 y 2030.

La apuesta es clara: menos consignas vacías, más acuerdos concretos. Fernando Pereira, presidente de la fuerza, repite tres palabras cuando explica el método: generosidad, amplitud y humildad. ¿Traducción práctica? Reuniones largas en el comité central, votaciones cuidadas y una cultura de compromiso que prioriza lo posible. Pereira lo ha dicho sin giros: no todas las corrientes del Frente son socialistas, ni toda la izquierda uruguaya lo es. Con media sociedad para convencer, el camino elegido es el del realismo político.

Ese realismo se apoya en una idea madre: desarrollo con enfoque de derechos humanos. En la práctica, el documento combina líneas de igualitarismo —mejor redistribución vía impuestos, combate a las brechas de ingreso, patrimonio y consumo— con límites fiscales y un ojo puesto en el índice de Gini. Es social en sus fines y prudente en sus medios. La mezcla no es casual: es la fórmula que la coalición considera capaz de sumar dentro y fuera de sus fronteras.

La función del texto fue doble en la campaña. Por un lado, ordenó el debate presidencial al interior del comité central, donde las corrientes ideológicas aterrizan sus posiciones en propuestas con redacción común. Por otro, dio un marco reconocible hacia afuera, evitando zigzags. En un ecosistema político fragmentado, tener un tronco compartido vale más que diez promesas sueltas.

El resultado electoral le dio oxígeno a esa estrategia. En el balotaje, Yamandú Orsi se impuso con el 49,81% de los votos frente al 45,90% del candidato conservador Álvaro Delgado. El Frente Amplio volverá al Poder Ejecutivo tras la derrota de 2019 ante Luis Lacalle Pou. La lectura dentro de la coalición es que el guion programático ayudó a preservar cohesión, a la vez que ofreció un mensaje moderado y comprensible para el electorado medio.

Pero el documento no termina en la campaña. Nació para durar y ahora se estira hacia la gestión. La fecha clave es el 1 de marzo de 2025, cuando asuma el nuevo gobierno con un Parlamento donde no hay mayoría automática. La pieza programática se vuelve entonces una herramienta de navegación: fija el piso común interno y, a la vez, el menú de negociación con la oposición.

De la campaña a la gestión: pactos, Parlamento y prioridades

De la campaña a la gestión: pactos, Parlamento y prioridades

Gobernar sin mayoría clara obliga a trabajar asunto por asunto, tejiendo acuerdos. En ese esquema, las Bases Programáticas hacen de diccionario compartido. Marcan el rango de concesiones posibles sin romper la unidad interna y dejan claro qué no se negocia. La cultura de “gobernar por plebiscito” que reivindica Pereira —una cercanía con la consulta directa y los acuerdos amplios— convive con la necesidad de articular mayorías legislativas estables.

¿Qué trae dentro ese texto para el día a día? Más que planes minuciosos, define orientaciones que pueden traducirse rápido en leyes y políticas. Estas son las áreas donde el Frente Amplio busca anclar sus primeras decisiones:

  • Seguridad: énfasis combinado en prevención territorial, profesionalización policial y cooperación con fiscalía; foco en delitos violentos y respuestas locales escalables.
  • Educación: levantar resultados en educación media, retención de estudiantes, formación docente continua y más tecnología en aula con evaluación transparente.
  • Economía: alivio y progresividad tributaria en la base, incentivos a inversión y empleo de calidad, apoyo a pymes y equilibrio fiscal como condición de confianza.
  • Desigualdad y cuidados: reducción de brechas de ingreso y riqueza, refuerzo del sistema de cuidados y cobertura prioritaria en infancia y vejez.
  • Desarrollo productivo: innovación aplicada, agro y servicios globales, logística con valor agregado y cadenas regionales para ganar escala.
  • Transición ecológica: adaptación climática, gestión del agua y energía limpia como ventaja competitiva, con metas medibles y financiamiento mixto.
  • Transformación del Estado: digitalización de trámites, datos interoperables y compras públicas más simples para bajar costos y tiempos.

El documento no confunde aspiraciones con atajos. Reconoce límites. Por eso, junto a objetivos sociales, subraya sostenibilidad económica y previsibilidad regulatoria. La idea es que cada avance en igualdad tenga soporte realista: financiamiento claro, cronograma y evaluación. Mejorar el Gini no depende solo de subir impuestos, sino de empleo y productividad, admite el texto.

En lo político, el mayor valor del manual es otro: funciona como contrato interno. En una coalición que reúne perfiles progresistas, socialdemócratas, izquierdas clásicas y sectores independientes, el riesgo siempre es la dispersión. El método —debate largo, redacción única, voto— reduce la fricción. Y acota el desgaste público: los desacuerdos se resuelven adentro, con reglas, no en la sobremesa mediática.

Hacia afuera, el Frente Amplio llega a la mesa de negociación con una carta de presentación ordenada. Los partidos de oposición —nacionalistas, colorados, Cabildo— saben qué está dispuesto a priorizar el gobierno y dónde hay margen para intercambiar. Ese lenguaje común agiliza la búsqueda de mayorías simples para temas sensibles y de tres quintos cuando el sistema lo exige.

El camino no está limpio de piedras. Después de una campaña polarizada, el país espera resultados visibles sin bruscas sacudidas. Seguridad y costo de vida son demandas urgentes; educación y productividad, apuestas de mediano plazo que no rinden en dos titulares. El documento sugiere una estrategia de “ventanas”: medidas rápidas y simbólicas que abran paso a reformas más densas con diálogo parlamentario y social.

El capítulo tributario ilustra la lógica. La consigna de “mejor distribución” no se traduce en un hachazo fiscal, sino en ajustes selectivos y simplificación. La progresividad apunta a aliviar tramo bajo y medio del ingreso, cerrar agujeros de elusión y mantener señales pro inversión. Un enfoque compatible con negociar voto a voto sin romper la confianza de actores económicos.

En seguridad, la combinación de prevención y profesionalización busca salir del péndulo entre mano dura y resignación. El texto plantea más trabajo de proximidad, uso serio de datos y coordinación con gobiernos departamentales. La expectativa es que esa mezcla genere resultados medibles y políticamente sostenibles para un Parlamento con fuerzas repartidas.

En educación, el diagnóstico de rezago en media y la necesidad de tutorías, prácticas en empresas y mejor formación docente aparece como terreno apto para acuerdos interpartidarios. ¿Clave? Metas manejables y evaluación transparente, para que los avances no dependan del color del gobierno de turno.

También hay una apuesta a la economía real. Impulso a pymes, cadenas logísticas y servicios globales encaja con herramientas de bajo costo fiscal —reglas claras, trámites simples, ventanillas únicas— que son moneda de cambio más fácil en el Parlamento. La transición ecológica, por su parte, se presenta como ventaja competitiva: agua, energía y clima como pilares de productividad, no solo de conciencia ambiental.

El uso de mecanismos de democracia directa quedará como opción, no como amenaza. La dirección frenteamplista reivindica la consulta popular, pero el mensaje es que los grandes cambios deben salir del Parlamento con acuerdos amplios. Es una apuesta a la estabilidad: plebiscitar cada reforma sería inviable; reservar la herramienta para contadas decisiones puede blindar la gobernabilidad.

Con el 1 de marzo en el calendario, los equipos trabajan en “carpetas” que conviertan las Bases Programáticas en proyectos listos para entrar en el Legislativo. La prioridad es evitar sorpresas: lo que vaya a la Cámara debe haber sido conversado puertas adentro y contrastado con el espíritu del texto. Las primeras semanas marcarán el tono: si la coalición valida su método —pragmatismo, diálogo y metas medibles—, el manual que ordenó la campaña puede también ordenar la gestión.

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